sábado, 27 de enero de 2018

Don Genaro


“En esta vida no creo que exista la perfección.”




                                                                                                  Fotografía propia

Era una calurosa tarde de un día de diciembre, un 28 de diciembre de 2017, si mal no recuerdo. A lo lejos se escuchaba el incesante y dulce sonido de las olas. Se sentía la brisa rozando la piel y se respiraba un aire de tranquilidad, de paz; acompañado del olor característico del mar. 

Dentro de toda esta calma, se veía a los vendedores ambulantes ofreciendo sus mercancías. Muchas veces, uno decide dejar de prestarles atención. Se vuelve rutinario verlos deambulando por ahí cerca. Dejamos de interesarnos por lo que tienen por compartir. 

Fue en uno de esos instantes que uno de aquellos vendedores se me acercó buscando vender su mercancía. Este era el señor Genaro. En su andar se notaba el cansancio de una jornada que no había dado los frutos esperados. Se le veía encorvado, así como si estuviera sosteniendo en su espalda todos los pesares del universo. Su mirada, sorprendentemente, tenía un brillo peculiar, esperanzador. Como si faltara cada vez menos para encontrar a su próximo cliente. 

Cuando abordé al señor Genaro, se sintió al instante su disposición por contribuir a mi proyecto, platicar, compartir historias y crear un vínculo a partir de los sentimientos con los que nos identificamos. Claro, él no pensó en ese instante en nada de esto, pero eso no quita el hecho de que ni siquiera titubeó cuando le pregunté si quería ser parte de lo que sería El Callejón 27.

El señor Genaro era ya un hombre adulto, con piel curtida por el sol y la sal del mar y pies acostumbrados a soportar largas caminatas. Se dedicaba a vender unos barquitos ornamentales confeccionados con materiales provenientes de la palma. (Me pidió que no tomara foto de su barquito para que no afectara su mercancía).

Hoy en día, le toma de seis a siete horas aproximadamente confeccionar un barquito. Lleva más de 20 años en el oficio, trabajando de sol a sol.

Incluso, mientras me explicaba el procedimiento, me comentó algo que me pareció muy interesante. “En este oficio no pueden cometerse errores. El cometer un error al hacer uno de éstos significa tener que volver a empezar, y es un desperdicio de tiempo y dinero […] Por eso uno practica y aprende a hacerlos desde chiquito, para que después de mucha práctica, no puedan cometerse errores.”

Según Don Genaro, hay cosas que uno no puedo controlar: si es temporada alta, si es temporada baja, si hay ganancias o no las hay: “No es fácil aún cuando es temporada alta”. Por eso él ha aprendido a enfocarse en cosas que sí están bajo su control, como confeccionar barquitos. México puede estar atravesando tiempos difíciles y quizá no mucha gente quiera comprar sus “artesanías”, pero si algo puede controlar es qué tan bien hace su trabajo. Qué tanto empeño le pone a las cosas para que eventualmente puedan salir bien. 

Y después de darme tal lección de vida, me despidió con una frase que nunca se me va a olvidar. 

“En esta vida no creo que exista la perfección. Siempre hay altos y bajos. Por eso me esfuerzo por hacer mi trabajo a la perfección, para tener al menos algo perfecto en mi vida.”



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Follow Us @elcallejon27