jueves, 8 de febrero de 2018

Doña Ana


“Si te hace feliz, no es rutina.”






En uno de mis viajes por la queridísima Chiapas, tuve la oportunidad de visitar Zinacantán, un pueblo escondido a las afueras de San Cristóbal de las Casas. Aquí viven los tzotzil, según mi guía de turistas, un grupo étnico de la familia maya.


Era un día nublado y frío, se sentía la frescura de abril. Llega el punto en el que dejas de prestar atención a lo que te vienen platicando en el tour para realmente apreciar la riqueza cultural de un pueblito como éste. Nos llevaron a una casa para conocer cómo se confeccionaba la indumentaria tradicional de los tzotzil.


Ésta era una casa manejada por puras mujeres. Ellas confeccionaban su propia mercancía para venderla. Ellas cocinaban lo que cosechaban (principalmente maíz). Ellas cuidaban de los niños y ellas eran las que ganaban dinero para mantener a la familia. Un matriarcado en toda la expresión de la palabra. Sólo que eso no lo saben ni ellas ni los padres de familia. No puede alterarse el orden de las cosas. 


Fue en ese momento que me topé con la señora Ana haciendo una demostración de cómo se bordaba con el telar de cintura. Lo hacía con tanta facilidad. Parecía que sus manos estaban tocando el arpa. Doña Ana, aunque no hubiera querido admitirlo, era quien manejaba todo el negocio. Ella delegaba las tareas y organizaba a las demás mujeres para vender y cocinar y llevar a los turistas por un recorrido. En uno de los pocos momentos de conversación que pude tener con ella le pregunté a qué edad había aprendido a bordar así. Me explicó que es parte de su cultura y su tradición, es algo que se aprende desde los 6 años, era parte de su vida y rutina diaria. 


A mí me parece insoportable la idea de adherirse a una rutina, sucumbir ante la monotonía. Evidentemente le pregunté si alguna vez había pensado en eso, lo que implicaba acostumbrarse a un estilo de vida. La señora Ana, con una sonrisa de esas que hacen que te sientas calientita por dentro, me contestó: “si te hace feliz no es rutina”. 


Creo que, al final, esta afirmación aplica para todo. Señora Ana, donde quiera que se encuentre, o sea lo que sea que esté haciendo, gracias por sus palabras y su sabiduría y sobre todo, su cálida sonrisa. 


Zinacantán from Andrea Cevallos






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